viernes, 10 de julio de 2009

El General de hombres libres - José Gervasio Artigas

Periódico A VENCER - Nro. 10 - Junio 2009
MIR Argentina - Movimiento de Izquierda Revolucionaria

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El 19 de Junio de 1764 nacía José Gervasio Artigas

El General de hombres libres

Nuestra Historia

Un aspecto central de la lucha revolucionaria es la disputa por los significados de nuestra historia, la recuperación de los proyectos alternativos y de las luchas de nuestro pueblo por la igualdad, la justicia y la libertad.

La burguesía ha construido su historia. Una en la que siempre muestra lo que hoy es como lo que estaba destinado a ser y lo que no puede cambiar. Ocultan que este presente es el producto de proyectos que fueron victoriosos y otros que fueron derrotados.

La burguesía construyó una historia que legitima su dominio. Construyó símbolos, utilizando a determinadas figuras de fuerte raigambre popular, para intentar sostener que esos hombres coincidían con el proyecto de la burguesía dependiente. Para la burguesía esto siempre fue una tarea central, teniendo clara la importancia de los símbolos en la lucha por la hegemonía. No por nada grandes políticos burgueses ocuparon muchas horas en “escribir” la historia: Mitre y Sarmiento son los máximos exponentes que se ocuparon de tergiversar los hechos para construir los símbolos que necesitaban.

Nosotros, los revolucionarios, debemos reconstruir esa historia y recuperar el sentido de los distintos proyectos de nuestro pueblo que tuvieron un fuerte contenido antiimperialista, popular, indígena y latinoamericano. Para eso tenemos que ser conscientes de la importancia de la lucha simbólica en la pelea por la hegemonía obrera y popular. Mariátegui sostenía que no sólo los símbolos sino también los mitos populares son elementos centrales en la movilización de las masas. Y que los revolucionarios, lejos de las posturas que desprecian esas formas de conciencia popular por considerarlas “anticientíficas”, debían encontrar en esos mitos los rasgos progresistas, para destacarlos, y los rasgos reaccionarios para combatirlos. Es el mismo planteo que hace Engels cuando destaca que el pueblo expresa su rebeldía de múltiples formas y que lo que debe hacer el partido revolucionario es encontrar siempre esa rebeldía, tratar de desarrollarla y de mostrar los mejores medios para que pueda llegar a la victoria.

La historia de Artigas

Nos interesa comenzar estas reflexiones sobre nuestra historia desde la recuperación de la praxis de uno los máximos líderes revolucionarios de la lucha por la independencia: José Gervasio Artigas. Nacido en la Banda Oriental, compuesta por lo que hoy es Uruguay y el estado brasileño de Río Grande, fue el principal referente de la Liga Federal, organizada sobre los principios del federalismo y la república, y se oponía al centralismo porteño, cuna del proyecto de la burguesía dependiente. A la Liga Federal se unieron la Banda Oriental, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y los pueblos de Misiones.

Artigas es, como tantos de nuestros verdaderos próceres, una figura que excede las actuales fronteras que estos Estados mutilados por el imperialismo nos han dejado. Él jamás se hubiera reconocido como “uruguayo”, así como no se encontrarán referencias de San Martín a algo que se llame “Argentina”, sino a las “provincias Unidas de Sud América”.

Tras la traición de algunos de los caudillos del litoral y el ataque conjunto de Buenos Aires y el imperio de Brasil, Artigas es derrotado y debe retirarse al exilio en Paraguay, donde vive cultivando la tierra hasta su muerte en 1850. Ese hombre que pretendía que no lo llamaran general, pero que entre el pueblo era conocido como el "general de hombres libres".

El reglamento de tierras

Uno de los documentos que deja expresado el contenido revolucionario del proyecto artiguista es su “Reglamento de Tierras”, elaborado en 1815. En él se sigue la línea del Plan de Operaciones de Mariano Moreno, quién proponía la igualdad para todos, como también lo hacían Castelli y Monteagudo. Marcaban así un quiebre con la revolución de EE.UU. y la francesa, donde los derechos eran solamente para los “ciudadanos” y no para los esclavos o los pobres.

Esa revolución retomaba el levantamiento de Túpac Amaru, el de Túpac Katari, los siglos de resistencia de los pueblos de pampa y patagonia, las rebeliones de esclavos de Haití. Nada más lejos de la triste revolución que nos enseñaron, donde los “señores blancos” hablan en la parte de adelante del escenario, mientras por atrás pasan los negros y negras sin saber qué estaba pasando, vendiendo mazamorras, velas y empanadas calientes. Esos actos donde los negros son una exótica decoración y los pueblos indígenas ni siquiera aparecen.

El Reglamento nos dice que “los más infelices serán los más privilegiados". Todo el proyecto planteaba la idea de avanzar hacia una sociedad igualitaria, basada en la igualdad en la propiedad de la tierra. En base a esta propuesta estructuró un ejército popular de masas, formado en su mayoría por negros, mulatos, indios y mestizos. Además del ejército en tierra desarrolló un grupo de corsarios que combatían en el mar contra las naves españolas y portuguesas.

Su contacto con San Martín y Bolívar nunca fue directo. El primero se negó a combatirlo, cuando esto le fue ordenado por el gobierno de Buenos Aires, y le envío una carta en la cual le proponía un acuerdo para luchar juntos contra los españoles. La carta fue interceptada por agentes del gobierno de Buenos Aires y nunca llegó a destino. El segundo tampoco recibió la carta en la cual Artigas le pedía ayuda y protección para sus corsarios que luchaban contra los barcos de España en las lejanas aguas del Caribe.

En otros escritos de Artigas se observa su capacidad para plantear la necesidad de un desarrollo autónomo, y que en un país dominado eso sólo podía hacerse sobre la base del proteccionismo: "Que todos los derechos, impuestos y sisas que se impongan a las introducciones extranjeras serán iguales en todas las Provincias Unidas, debiendo ser recargadas todas aquellas que perjudiquen nuestras artes o fábricas, a fin de dar fomento a la industria de nuestro territorio".

Artigas había ido demasiado lejos, porque no solamente decía esto: como aquellos revolucionarios de Sierra Maestra y como Zapata, Artigas iba haciendo la reforma agraria en cada territorio que su ejército lograba controlar. Las oligarquías y el imperio británico veían en él un peligro concreto. Por eso todas las fuerzas se unieron para aplastarlo, como luego lo harían contra el proyecto de Paraguay en la triste guerra de la triple infamia.

Ni una frase que no fuera peligrosa

Pero el ejemplo de Artigas, el cariño de su pueblo, era tan fuerte que no lograba extinguirse. Su nombre era una proclama en sí mismo. Había que reconstruir su figura para que dejara de serlo.

En Argentina esto fue simple. Según la historia oficial Artigas es uruguayo y, como tal, externo a nuestra historia. Además forma parte de esos caudillos federales asociados con la barbarie y contrarios a la civilización. ¡Pensar que el “civilizado” Sarmiento le decía a su amigo Mitre "No escatime sangre de gauchos es lo único que tienen de humano", mientras el “bárbaro” Artigas reclamaba "Clemencia para los vencidos"!

En Uruguay fue más difícil. Artigas era un muerto que seguía hablando desde la boca de cada oriental que se decidía a luchar por un mundo justo, un muerto que seguía dejando en evidencia a los que se habían pasado al bando de los enemigos: “el imperio y los platudos”.

Por eso nos cuenta Eduardo Galeano que los militares uruguayos decidieron en 1977, plena dictadura, construir un monumento para Artigas. Pero el secreto es que no era un homenaje, era una cárcel: “Había fundadas sospechas de que el héroe podía escaparse un siglo y medio después de su muerte. Para disimular la intención, la dictadura buscó frases del prócer. Pero el hombre que había hecho la Reforma Agraria, medio siglo antes que Lincoln, un siglo antes que Zapata; el general que se hacía llamar “ciudadano Artigas”, había dicho que “los más infelices debían ser los más privilegiados”; había afirmado que jamás iba a “vender nuestro rico patrimonio al bajo precio de la necesidad”; y una y otra vez había repetido que “su autoridad emanaba del pueblo y ante el pueblo cesaba”.

“Los militares no encontraron ninguna frase que no fuera peligrosa; entonces decidieron que Artigas era mudo.”

Román Zuárez

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