El 22 de Febrero de 1814 nació políticamente Entre Ríos como territorio autónomo en el Combate del Espinillo, desarrollado en el arroyo del mismo nombre, cerca de Paraná. Ese día las milicias populares federalistas derrotaron el intento de invasión nacional-unitaria. Una columna de orientales -la Banda Oriental era una provincia más- enviados por Artigas y capitaneados por Otorgués vino a apoyar a las fuerzas entrerrianas comandadas por Hereñú y juntos derrotaron completamente el ataque centralista encabezado por el Barón de Holmberg, un militar alemán que había venido de Europa junto a José de San Martín.
Después del triunfo se declaró la independencia de Entre Ríos, la soberanía particular del pueblo entrerriano confederado en la Liga artiguista revolucionaria. Hasta ese momento, Entre Ríos había sido el patio trasero de Buenos Aires y Santa Fe, que se repartían las decisiones, la riqueza y el poder.
Entre Ríos pasó a ser entonces uno de los Pueblos Libres de la Liga Federal artiguista hasta 1820, año en que el proyecto federalista original fue traicionado y derrotado.
El proyecto federal era muy claro: independencia sudamericana, autonomías con mayúsculas -y no provincias con minúsculas- y confederación tenían que ir de la mano, porque no iba a haber independencia verdadera y libertad sin autonomías y no iba a haber pueblos libres sin lucha común federada por la independencia.
La historia que sigue después de 1820 nos ha costado muy cara a los litoraleños, a los argentinos y a los sudamericanos. Y está muy claro que el planteo anticolonialista de Artigas que promovía Independencia, República, Confederación y fraternidad multi e intercultural americana sigue vigente: en la actualidad, Entre Ríos -como la mayoría de las provincias- entrega el 75% de su recaudación y su riqueza al poder concentrado nacional y multinacional, y el colonialismo continúa expresándose de distintas formas.
Un poco de Historia
El federalismo nació con la tierra. Las características bioregionales del Litoral y del Cono Sur gestaron el proyecto de la Patria Grande Federal. El espíritu autónomo y las alianzas federativas surgen de los pueblos originarios: de las propias culturas políticas y de las características geográficas de nuestra región. El artiguismo fue un intérprete revolucionario y un coordinador de esta fuerza -que se potenció con la participación de otras diferentes fuerzas criollas-, y que se enriqueció con la discusión de otros proyectos federalistas, como el de la Constitución de EE.UU, país que estaba dando sus primeros pasos independientes.
Y el federalismo original se empezó a poner de pié en el éxodo oriental, cuando miles de hermanos de la otra Banda cruzaron al Ayuí, a Concordia, en 1811, rechazando los acuerdos entre el asediado gobierno español instalado en Montevideo con el gobierno de Bs.As, que ya empezaba a darle la espalda a la lucha por la independencia verdadera de las Provincias Unidas y de toda Nuestra América. Las diferencias políticas ya estaban instaladas, y cuando Bs.As convocó a la Asamblea Constituyente de 1813, el artiguismo organizó previamente al Congreso de Tres Cruces, en Montevideo, para discutir una posición común que iba a ser llevada a BsAs: en abril entonces son redactados los veinte puntos de las famosas Instrucciones del XIII, instrucciones políticas independentistas, republicanas y federalistas que los diputados orientales llevaron a BsAs, y que fueron rechazadas por el poder central. Allí se inicia la guerra unitaria e imperialista contra esas Instrucciones, y es a causa de ello que se produce el choque armado en El Espinillo. La diagonal roja de nuestra bandera federal sangrará siempre la vida y el coraje en la lucha por la soberanía de los pueblos y por la Patria Grande Federal.
Un poco de futuro
El proyecto federalista revolucionario nos vuelve a interpelar hoy, en medio del saqueo globalizador de un capitalismo en crisis. Las autonomías instituyentes antihegemónicas resurgen en toda América, en Europa y en el mundo. Y está muy claro, y no hace falta ser muy dialéctico para darse cuenta, de que las autonomías populares anticolonialistas son absolutamente diferentes al separatismo individualista fogoneado por las redes imperiales. En Nuestra América, por ejemplo, se afirman la lucha de los mapuches, de los zapatistas en Chiapas y de todas las confederaciones indígenas sudamericanas. En Bolivia, los avances políticos son históricos: el estado boliviano ya se define constitucionalmente como plurinacional, multi e intercultural y planifica un comunitarismo que supera totalmente la matriz hegemónica del viejo Estado-Nación eurocentrado, mercantil y racista.
En Sudamérica se habla de la UNASUR, de la Unión de Naciones del Sur, un proyecto que los entrerrianos, los argentinos y los americanos debemos discutir positiva, frontal, democrática y confederalmente para reencontrarnos con nuestra historia y con nuestro futuro.
En todo el mundo, los trabajadores y los pueblos luchan contra el ajuste, contra el saqueo y contra la opresión. En Europa, catalanes, vascos, gallegos luchan por su soberanía particular y por el respeto a su identidad cultural contra el unitarismo de Madrid. Escocia planea para este 2010 realizar un referéndum para consolidar su independencia frente a Londres. Los ejemplos son muchos: palestinos, kurdos y tantos otros luchan en un mundo injusto, dónde todavía 200 Estados oprimen a más de 5.000 pueblos, naciones y culturas, como dice el investigador vasco Karlo Raveli.
El principio federativo -tan caro a los sentimientos libertarios- debe ser rediscutido hoy en sus tres esferas políticas: argentina, sudamericana y (alter)global. Y ojalá podamos defender el deseo de vivir distinto y vivir mejor, de vivir en pueblos libres del saqueo, y de vivir en una hermandad confederal, con la misma fuerza con la que se defendió ese deseo en la batalla del Espinillo.
Mauricio Castaldo
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