domingo, 8 de agosto de 2010

CUATRO REFLEXIONES SOBRE MATERIALISMO HISTÓRICO, MODO DE PRODUCCIÓN GAUCHO-PAMPEANO Y FORMACIÓN SOCIAL ORIENTAL-ENTRERRIANA

Nadie puede dudar que el primer motor de nuestra historia en los últimos 510 años fue, y será por mucho tiempo aún, la lucha de clases. A veces este motor es muy evidente, pero otras veces es la oculta racionalidad detrás de conflictos que parecen irracionales. No nos ocuparemos en fundamentar esta afirmación porque es demasiado evidente.

Pero en este marco, como pedía Miranda, América Latina y el Caribe necesitan encontrar su originalidad; y deben hacerlo desde una óptica consecuentemente revolucionaria.

Necesitamos conocer nuestros rasgos distintivos como Patria Grande. En primer lugar lo necesitamos para comprender mejor la Primera Independencia, la del siglo XIX, la que creó nuestros mal llamados “estados nacionales”. En segundo lugar necesitamos conocernos mejor para entender algunas claves de la lucha revolucionaria del siglo XXI.

Pero nunca podemos perder de vista el contexto planetario ni los cambios que en él se dan. También lo que ocurre en territorios muy lejanos de una forma u otra nos involucra.

En síntesis: las tendencias principales en la situación mundial y las peculiaridades regionales de nuestra Patria Grande son dos coordenadas que inciden en la elección de estrategias adecuadas para nuestro camino al Socialismo.

Comencemos por lo más general.

Marx demostró que el desarrollo permanente de las fuerzas productivas permitía, posibilitaba, cambios sustanciales en las relaciones de producción. Las nuevas relaciones de producción siempre fueron formas nuevas de opresión; en realidad la opresión sólo cambiaba de forma y seguía siendo la base de cada nuevo Modo de Producción. En el siglo XX (con un anticipo muy fugaz en 1871) aparecen en el planeta los primeros experimentos prácticos para establecer relaciones de producción de un nuevo tipo, socialistas. Aún allí donde fueron efímeras, demostraron la superioridad en muchos aspectos sobre las formas del estado burgués, porque en estos últimos hasta la democracia burguesa es sólo una forma enmascarada de la dictadura del capital.

La forma de opresión más característica de la Antigüedad europea fue la esclavitud. Luego, en la Edad Media, aquellos pueblos sufrieron la opresión feudal. En los Tiempos Modernos todos sufrimos las consecuencias de la esclavitud asalariada capitalista, esa opresión que el proletariado fabril, organizado, debía derribar.

Marx develó así las regularidades principales de la Historia Europea, la cual, gracias a la expansión global del capitalismo, se volvió la historia preponderante de todo el planeta.

Lenin observó décadas después que esta opresión capitalista, en cierta fase de su desarrollo, permitía algunas mejoras circunstanciales para los asalariados de los países centrales mientras se oprimía al máximo, despiadadamente, al proletariado urbano y rural de los países dependientes, de las colonias y de las semicolonias. Esto permitía

un protagonismo revolucionario mayor a los pueblos más oprimidos, aunque en su seno la clase obrera tuviera un peso numérico menor

La lucha de clases explica, hoy como ayer, por qué mueve el imperio sus peones de determinada forma y cómo saquea el planeta.

La lucha de clases es el único camino por el cual se obtienen los triunfos populares.

Pero no alcanza con entender esto. Necesitamos que el espíritu cuestionador de Miranda complemente al Marx científico y pasional, al Lenin visionario de la insurgencia de los pueblos oprimidos. Tendencias mundiales y peculiaridades regionales nos exigen una creatividad similar a la que tuvo Lenin en abril de 1917.

Citemos sólo un ejemplo de hoy y aquí. A diferencia de lo que se pensaba en el siglo XIX, el colectivismo originario de nuestros pueblos no quedó como un fósil en el comienzo de la Historia: sobrevivió quinientos años a la Invasión Europea y ahora sus hijos asumen su lugar junto a los obreros, los campesinos, los maestros, los excluidos y los jóvenes, en el camino continental por la liberación definitiva. Y no es la única peculiaridad notable en nuestro largo proceso liberador.

Buscando las regularidades, las tendencias generales y las peculiaridades locales, dentro del marco teórico del Materialismo Histórico, deseo abrir un debate sobre cuatro temas centrales que inciden directamente en nuestro proceso revolucionario contemporáneo. Los tres primeros atañen a todo el Tercer Mundo. El cuarto atañe directamente al Cono Sur Atlántico sudamericano.

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1) El fascismo en el siglo XXI: de la “raza superior” (Hitler) a la “ciudadanía superior” (Obama).


La estrategia continental hacia la liberación y el socialismo requiere articular en red todas las fuerzas en lucha, desplegar el arco iris multicultural de nuestros pueblos, ser solidario con los Estados que defienden su soberanía, constituir frentes populares “nacionales” y regionales, templar la organización y al mismo tiempo conocer las herramientas ideológicas del enemigo tanto como sus fortalezas financieras y militares.

El fascismo es una herramienta de la opresión de clase. Sigue siendo como dijera Dmitrov “la dictadura terrorista del capital financiero”. Fue, desde 1922, la respuesta política de los monopolios, amenazados, contra el leninismo. Siempre incorporó elementos de demagogia social junto a su exaltado nacionalismo.

Millones de alemanes arios murieron en la Segunda Guerra (1939-45) convencidos de que defendían a la “raza superior”; pero en nombre de esa raza superior, mientras los alemanes pobres iban a la guerra de saqueo y morían allí, los alemanes ricos disfrutaban el botín.

Hoy nadie muere por la “raza superior”. Claro que todavía se sienten “raza superior” sectores reaccionarios y nostálgicos en Europa, Estados Unidos, Australia, Israel y Japón, pero no gravitan decisivamente como tales en la política pública. A veces ganan elecciones con ropaje ultraconservador, pero ya no se atreven a definirse como abiertamente racistas.

En cambio miles de latinos, afro descendientes y asiáticos residentes en USA se enrolan en guerras de saqueo en países lejanos sólo para obtener la ciudadanía.

Para ellos y sus familias la ciudadanía es la diferencia entre la expulsión o la supervivencia.. En su propio suelo, un ciudadano norteamericano no puede ser deportado por el color de su piel. Un ciudadano norteamericano en misión oficial o militar no puede ser juzgado en el país en el que actúa.

Por ello parece altamente ventajoso ser ciudadano de USA. Lo es tanto para vivir tranquilos como para obtener una visa a cualquier parte.

Pero a los afroamericanos de Mississipi, cuando llegó la inundación, no les sirvió de mucho la ciudadanía. A los hijos de palestinos, afganos o colombianos tampoco la ciudadanía les garantiza no ser incomodados, vigilados con mayor rigor, y hasta hostigados. Pero algo es algo, y la ciudadanía es mucho.

Si un ciudadano del Tercer Mundo no puede obtener la ciudadanía USA, el premio consuelo es la ciudadanía comunitaria europea o australiana, pues siempre es una “ciudadanía superior” a la suya de origen. El que tenga dudas sobre esta nueva diferencia, que observe la presentación de pasaportes en cualquier aeropuerto del mundo para comprobar la importancia de tener una “ciudadanía superior”.

En aras de la “ciudadanía superior” las doctrinas de “defensa” de USA entienden válido y justificable cualquier procedimiento en cualquier país, siempre que garantice la seguridad de sus ciudadanos ante amenazas externas o internas. Las “amenazas” incluyen cualquier cuestionamiento subversivo acerca de por qué un porcentaje tan pequeño de la población mundial acapara tantas riquezas y consume una tajada tan desmesurada de los recursos mundiales no renovables.

Complementando el tema de la “ciudadanía superior” USA utiliza el otorgamiento o no

de visas como elemento de presión política.

Reemplacemos la consigna de “raza superior” por la de “ciudadanía superior” y veremos más claramente por qué el estado norteamericano es fascista.

La dictadura terrorista de capital financiero emplea aún hoy la demagogia social. Como el capital financiero es ahora trasnacional, su terror también lo es. Y el leninismo sigue operando como método de análisis básicamente correcto para comprenderlo.


2) Acerca del “comunismo primitivo”.


Marx y Engels estudiaron las Primeras Naciones norteamericanas: su forma de vivir, de producir y de distribuir. Comparando su realidad con documentos y hallazgos arqueológicos en Eurasia y África, entendieron que el “comunismo primitivo” fue, en todos los continentes, la primera organización social de la Humanidad. Y tenían razón.

Considerando el impetuoso desarrollo de las fuerzas productivas en un mundo en proceso de globalización, observando la expansión mundial de la maquinaria y la gran industria, vaticinando una inminente revolución mundial, pensaron que la extinción completa de las relaciones comunistas primitivas, aún las sobrevivientes en las regiones más apartadas del planeta, era cuestión de pocas décadas.

Se basaron para fundamentar este pronóstico en la dialéctica de la historia europea.

Pero muchos pueblos originarios de América Latina sobrevivieron en la selva y en la montaña, se adaptaron a los nuevos tiempos y hoy levantan sus reivindicaciones en el marco de las luchas del movimiento popular.

Esta supervivencia enfrentó tres genocidios a lo largo de 500 años.

El primero se llevó a cabo inmediatamente después de la llegada de Colón. Un siglo después, las Leyes de Indias dictadas por España para sus colonias pusieron freno al genocidio abierto pero legitimaron la esclavitud, la exclusión y la discriminación.

El segundo genocidio lo llevaron a cabo los “países independientes” (con muy pocas excepciones) desde el comienzo mismo de su vida institucional.

El tercer genocidio, el actual, combina acciones represivas con destrucción del medio ambiente y el envenenamiento por agrotóxicos.

El primer genocidio enseñó a los pueblos originarios que las comunidades resisten mejor que los imperios.

El segundo genocidio les mostró que la lucha de clases desmiente el discurso de los Estados llamados “nacionales”

El tercer genocidio les enseñó que las políticas públicas no debían ser un ámbito ajeno a sus movilizaciones.

En otros contextos, diversos pueblos originarios de otros continentes también han sobrevivido a las represiones más duras y mantienen en alto sus banderas.

Es más: asistimos a una sorprendente reactivación de su memoria, de sus redes ancestrales y de su capacidad de resistir y formular propuestas socialmente solidarias y ambientalmente sustentables. De la minoría de sus hijos que acceden a formación académica muchos regresan a poner su capacitación al servicio de sus comunidades.

La alianza de los pueblos originarios entre sí va abriendo paso a su alianza con los afroamericanos y los excluidos.

Y esto se da en un contexto dramático y a la vez esperanzador. La alianza obrero campesina, vanguardia organizada de la revolución continental, hoy sufre fuertes cambios en su interior. Mientras las capas superiores de asalariados con trabajo estable pasan a ser parte de la “aristocracia obrera” con mejores salarios, se reproduce un número mucho mayor de obreros pobres con trabajo temporal e inestable, que alternan sus contratos breves con el trabajo en servicios insalubres y mal remunerados o con estrategias de supervivencia en el mercado informal.

Este nuevo proletario y su familia necesitan del saber campesino mucho más que el obrero fabril del siglo XIX, porque en estos tiempos proviene mayoritariamente de familias urbanas que lo ignoran todo sobre el trabajo agrario.

La alianza obrero campesina se reestructura entonces entre un proletariado mucho más deprimido, lindante con la exclusión total, y un campesinado cada vez con menos acceso a la tierra, un campesinado que se va volviendo parte de la exclusión urbana con nostalgia por la pérdida reciente de sus últimas parcelas de tierra, cuyo precio se dispara en el mercado.

Cuando se levantan las banderas de lucha ya no sólo por un futuro mejor, sino en salvaguarda de lo poco que se tenía, cuando el pueblo se enfrenta a un imperialismo despiadado que succiona hasta la última gota de nuestros recursos, entonces la memoria y las resistencia organizada de los pueblos originarios vuelve a ser un faro que ayuda a encontrar el camino.

Por ello, a mi juicio, en América Latina sería más correcto hablar de “comunismo originario” que de “comunismo primitivo”. El “comunismo originario” hoy es parte de la propuesta obrero-campesina de nuestra América multicultural.


3) Siglo XXI. El sexto rasgo del capitalismo en su fase imperialista: el saqueo ambiental.


Cien años atrás Lenin sistematizó los rasgos de la nueva fase del capitalismo a la que llamó “imperialismo”.

Por entonces era necesaria una actualización de la teoría que reflejara las nuevas tendencias sin renunciar a la médula revolucionaria del marxismo.

Por entonces los monopolios desplazaban la libre competencia tradicional de los capitalistas en el mercado.

Detrás de estos nuevos monopolios, embrión de las transnacionales de hoy, estaba la colosal acumulación y fusión del capital industrial y bancario, dando origen al capital financiero. Grandes sumas de capital se exportaban para levantar empresas, fábricas e industrias extractivas en los países sometidos, donde los salarios eran mucho más bajos. Eso estimuló un voraz reparto neocolonial del mundo y la distribución de zonas de influencia entre las potencias imperialistas, e inevitablemente llevó a disparar nuevas guerras, a escala mayor, entre los saqueadores. La explotación directa a obreros de zonas lejanas permitió aliviar circunstancialmente la situación de los obreros metropolitanos.

Lenin murió en 1924.

A partir de los años 70 la penuria energética, la crisis ambiental, la escasez de agua potable y el control alimentario por las trasnacionales generó a mi juicio un sexto rasgo del imperialismo: el saqueo ambiental planificado y sistemático, que se lleva acabo rincón tras rincón del Tercer Mundo.

El proyecto de supervivencia imperialista prevé un planeta-cloaca donde la mayoría de la población mundial quede excluida y donde existan apenas pequeñas burbujas de superbienestar, protegidas por una policía mundial robotizada, para que las disfruten unos pocos.

La deuda externa, los ajustes fiscales, los golpes de estado, las “democracias” tuteladas, los sobornos, la compra de traidores, todas fueron estrategias que golpearon los intentos de soberanía política de algunos estados del Tercer Mundo. Ahora estos estados empobrecidos, endeudados y mediatizados deben disputar entre sí por captar nuevos capitales de las trasnacionales; y lo que las trasnacionales les ofrecen son capitales para industrias y agroindustrias contaminantes, campos de concentración para el trabajo manual de obreros muy mal pagos, e inversiones extractivas saqueadoras y devastadoras del medio ambiente.

Las demandas del mercado mundial obligan a la reconversión de los países dependientes, en ellos se rompen las cadenas del abastecimiento interno y se destruye la seguridad alimentaria. Los laboratorios, con patentes y transgénicos, controlan los cultivos esenciales de la alimentación mundial (arroz, trigo y maíz) y se han lanzado a patentar los alternativos o a destruir sus semillas. Se inventan guerras y se fabrican o aumentan terrorismos varios para entrar por las armas donde no se puede entrar por la rendición política directa. La descarada y sistemática violación de todos los derechos humanos se justifica para avanzar hacia las burbujas de super bienestar en el planeta cloaca que van dejando para todos nosotros, que pasamos a ser población excedentaria a la hora de los procesos computarizados y robotizados. Y la Internet, con aspecto de océano libre, es apenas una pecera controlada y saturable por donde navegamos en círculos mientras otros canales más costosos y elitistas, comienzan a extenderse desde su propio seno.

Hace cien años el imperialismo precipitó a la lucha revolucionaria a loa pueblo oprimidos, que debieron alinear junto a la alianza obrero-campesina y los estados obreros.

Después de colapsar el primer intento de construir un sistema mundial de estados socialistas hacia el comunismo, el imperialismo, momentáneamente victorioso, desarrolla un nuevo rasgo agresivo: el saqueo ambiental. Esta sub-fase trae dos consecuencias.

La primera es que arroja al torrente revolucionario mundial a los pueblos originarios, pues ahora deben fundir su lucha de resistencia con el anti imperialismo.

La segunda es que el siglo XXI presenta una disyuntiva urgente, que no estaba presente en el siglo XX: ahora o colapsa el capitalismo o colapsa la Humanidad.


4) Modo de Producción Pampeano.


En el siglo XIX Marx planteó que la historia de la Humanidad era la historia de la lucha de clases. Explica que en la infancia de la Humanidad, en el seno de las comunidades primitivas, el desarrollo de las fuerzas productivas generó en cierto momento un excedente de productos en relación a las necesidades del consumo personal y familiar. Este excedente permitió sucesivamente el trueque, la acumulación desigual, la acumulación excesiva y finalmente la posibilidad de la explotación de unos seres humanos en beneficio de otros.

¿Posibilidad o necesidad? Al margen de lo que ocurrió en Europa ¿hubo otros modelos de evolución? Y si no los hubo ¿hubiera sido posible que los hubiera?

Dejemos como caso particular los estados revolucionarios y soberanos, que son todavía pocos. Veremos que hoy, en tiempos de globalización, todavía quedan nichos humanos no controlados por la globalización. Cabe preguntarse: ¿todo lo que sobrevive fuera del capitalismo es pre-capitalista, y debe desaparecer por las leyes del progreso? O preguntémoslo como lo haría Hegel: ¿todo lo que existe como reminiscencia de sociedades tradicionales, “merece perecer”?

Nadie puede discutir hoy que la lucha de clases es el motor de esta Historia de la que somos testigos. Pero insisto: el retroceso de algunos procesos revolucionarios en el planeta nos hace ver que las líneas generales, por correctas que sean, no alcanzan para elaborar una teoría revolucionaria ajustada a cada tiempo, ni para interpretar ni orientarse en una situación concreta..

Por ejemplo: Lenin vaticinó correctamente en el 1900 que la aldea rusa iba perdiendo sus rasgos comunitarios, que el capitalismo polarizaba socialmente a sus integrantes. Sin embargo aún hoy en el Tercer Mundo, 110 años después, siguen sobreviviendo y luchando porfiadas formas comunitarias; y eso no estaba previsto.

Resumiendo: para Marx, la Historia de Europa partía de un Comunismo primitivo y pasaba por los grandes ciclos de Esclavitud, Feudalismo y Capitalismo. Este último Modo de Producción engendraba en su seno al proletariado industrial, el cual, encabezando a todos los oprimidos, se liberaría, liberando a toda la Humanidad de las formas de opresión y construyendo el Socialismo, primera fase del Modo de Producción Comunista.

Sin embargo, al estudiar el desarrollo de China, Marx observó que el Modo de Producción allí dominante tenía sus peculiaridades. Si por un lado la historia de China confirmaba la lucha de clases como motor de la Historia, por otro lado las relaciones específicas de producción entre opresores y oprimidos, bajo las diferentes dinastías imperiales, no se adecuaban exactamente ni al Esclavismo ni al Feudalismo. Sin duda el capitalismo dependiente ya se iba abriendo paso en China, pero lo hacía a partir de premisas y conflictos históricos un tanto diferentes.

Premisas un tanto diferentes veo también en la historia de nuestro suelo rioplatense en el siglo XVIII. Quisiera explicar por qué.

Los conquistadores españoles del Río de la Plata inicialmente vieron a este ancho curso de agua sólo como vía de acceso al Río Paraná y de éste al Río Paraguay, su afluente, para acceder por vía fluvial a las minas de plata del Alto Perú. Las fértiles praderas rioplatenses que los barcos bordeaban fueron desestimadas mientras duró la fiebre minera.

Cuando mermó la plata, nuestras praderas fueron destinadas a albergar ganado silvestre de origen europeo que se multiplicó extraordinariamente. Toda esta llanura austral fue llamada por entonces La Vaquería.

Cuando estudiamos el Modo de Producción en la pampa argentina (y en la pradera oriental –entrerriana) en el siglo XVIII, encontramos, como en China, algunas peculiaridades que parecen únicas. No se trata de la extracción de cueros propiamente dicha, porque las actividades de extracción en la pampa no tenían demasiada diferencia con la caza de elefantes africanos para extraer marfil. Lo diferente eran las relaciones de los seres humanos entre sí en el proceso productivo, o sea, las relaciones de producción. Estas peculiaridades sobreviven hasta mediados del siglo XIX, durante la fase de constitución de los Estados territoriales, mal llamados “estados nacionales independientes”. Se trata de las particularidades de las relaciones de producción anteriores a la “independencia”, y que juegan un papel clave para entender algunos rasgos de la gesta de 1810. Estas particularidades van dejando paso a relaciones netamente capitalistas, a pesar de que la extracción de cueros sigue siendo por un tiempo una actividad predominante en ese ecosistema...

A este Modo de Producción (¿pre-capitalista?) que pretendemos estudiar le llamaremos simplemente “pampeano” o mejor, “gaucho.-.pampeano”.

Desde luego hay varias “pampas” en América del Sur; pero nos referimos a la pampa húmeda argentina y su extensión de praderas oriental-entrerrianas.

Por el siglo XVIII el territorio de esta inmensa llanura austral argentino-uruguaya los grupos humanos dedicados a la extracción y acopio del cuero usaban, todos ellos, procedimientos similares; pero lo hacían en el marco de dos tipos de relaciones de producción totalmente diferentes. Según fueran esas relaciones de producción y de apropiación del producto, tenemos la extracción “legal” y la extracción “gaucha”.

La extracción “legal” era regida por las leyes de Indias, leyes impuestas por el colonialismo español. Cada extracción debía ser autorizada por las autoridades, los pastizales donde se acorralaba las reses silvestres tenían dueño (al menos en el papel) y los cueros salían a España por los puertos autorizados. Propietarios y concesionarios por un lado, trabajadores rurales por otro eran dos clases perfectamente diferenciadas, aunque entre estos últimos (los desposeídos) había hombres libres y esclavos. La clase opresora, acumulaba tierras y se vinculaba al trabajador en un relación feudal de amo y vasallo; en su seno había empresarios independentistas, que ambicionaban vincularse al incipiente mercado capitalista inglés.

El Modo de Producción Pampeano “gaucho” funcionaba con una racionalidad totalmente diferente.

En primer lugar, pese a ser ilegal, era el modo de producción social y geográficamente predominante.

Los mecanismos de control colonial fallaban. En el siglo XVIII se creó el Virreinato del Río de la Plata (separándolo del Virreinato del Perú); pero desde Buenos Aires y sus ciudades satélites (como lo fue Montevideo desde 1725) nunca pudo controlarse ni la décima parte de la fértil pampa argentina y oriental que (según la ley colonial) le correspondía administrar. Desoyendo la preocupación colonizadora de los virreyes, que buscaban asentar labriegos españoles con armas en la frontera, los cabildos corruptos concedían grandes extensiones de tierras que en los hechos seguían despobladas… y bajo control del indómito Mundo Gaucho.

Antes de entrar en las características productivas del Modo de Producción Pampeano o gaucho-pampeano (MPGP) examinemos más de cerca el universo multicultural que le dio origen.

La pampa húmeda y la pradera oriental entrerriana fueron el amplio escenario de este MPGP. Pampa húmeda y pradera ocupan totalmente las provincias argentinas de Buenos Aires y Entre Ríos y parte de otras cuatro provincias, a lo que debe sumarse todo el territorio hoy llamado “uruguayo” y el extremo sur del actual Brasil. Su suelo está formado por pasturas perennes y su clima templado marca claramente el cambio de las estaciones. Desde hace al menos once mil años estaba habitada por pueblos que habían domesticado el fuego. Estos pueblos tenían vínculos comerciales y culturales con los de la selva húmeda subtropical y con los andinos; también conocían la existencia de civilizaciones extra-continentales. Sus federaciones mantuvieron en general una paz duradera que las intrigas coloniales comenzaron a romper.

La carencia de oro y plata y la inadecuación del clima para plantaciones de caña de azúcar hicieron que este ecosistema fuera desestimado en las primeras fases de la Conquista. El agua dulce de sus arroyos y sus escasos árboles altos (el bosque nativo es bajo y adaptado a los fuertes vientos) fueron el único interés de los conquistadores iniciales, que aquí reabastecían sus reservas de agua, reparaban sus mástiles y seguían aguas arriba hacia la tierra (hoy boliviana) de la plata. Para ello les servía el Río de la Plata y sus afluentes.

Desde Asunción del Paraguay, ciudad intermedia en este camino a la plata boliviana, se advirtió que la pampa y la pradera podían ser la zona de abastecimiento de carne y cuero para los expedicionarios europeos, y no sólo de agua y madera. Desde Asunción precisamente se trajeron los primeros ganados bovinos de origen europeo que luego se reprodujeron rápidamente y en forma totalmente silvestre.

Pero los pueblos originarios de la pampa y la pradera advirtieron las ventajas productivas del nuevo ganado. Cambiaron sus hábitos de vida y de consumo. Crearon la llamada “Edad del Cuero”: casas de cuero, ropa de cuero, calzado de cuero, embarcaciones de cuero, ollas de cuero, tientos de cuero. Hasta llegaron a construir primitivos cañones de cuero abastecidos con pólvora negra.

Por esos tiempos los pueblos del Chaco habían aprendido a capturar y usar el caballo europeo; transfirieron tropillas y destrezas a los pueblos de la pradera y desde ésta el caballo llegó también a la pampa húmeda, pasando a formar parte de la cotidianeidad de las llanuras ahora pobladas de ganado vacuno. Esto pasó durante los siglos XVII y comienzos del XVIII

La era de la Vaquería cambió hábitos y formas de producción y consumo, sin romper el colectivismo difuso de aquellas comunidades. Hubiera sido eso y sólo eso… pero coincidió con dos circunstancias de origen externo de gran importancia.

El primero fue que este mundo de abundancia atrajo la atención de los oprimidos y los excluidos. Comunidades enteras de afroamericanos prófugos y de europeos y criollos sin fortuna ni padrinos, llegaron a la Vaquería donde fueron recibidos y protegidos por las comunidades originarias. Había cueros para todos.

El segundo fue la avidez creciente de la Europa manufacturera y colonialista por los cueros vacunos. Esta demanda impulsó un flujo de mercancías que la atrasada España no pudo controlar. Y de este “contra-bando” (desafío a los “bandos” del gobierno colonial) el universo multicultural y fraterno de la Vaquería obtuvo productos y tecnología europea.

Inglaterra hubiera querido apoderarse directamente de estas fértiles tierras y lo intentó directamente al final de este período (1806-1807) pero nunca pudo. Entonces a regañadientes tuvo que comerciar con el mundo colectivista y “salvaje” de la Vaquería desafiando, eso sí, el monopolio comercial español.

Al mundo indio-gaucho-afro-inmigrante de la Vaquería llegaron telas inglesas, metal toledano, pólvora y armas holandesas, sillas de montar y hasta carruajes. La yesca y el pedernal, el primitivo encendedor europeo, permitió un mayor nomadismo a estos pueblos de a caballo, pues les dio mayor autonomía para encender el fuego.

Los pueblos originarios se “agaucharon” mientras afroamericanos e inmigrantes se “aindiaban”. Todos se sentían compañeros en la pradera sin límites.

En los registros de las ciudades coloniales aquellas inmensas tierras figuraban como formando parte de propiedades extensas que los cabildantes distribuían generosamente entre sus propias familias. Esta concentración de la propiedad se daba, como ya dije, a pesar de que la Corona no alentaba los latifundios sino el poblamiento de la tierra por colonias de súbditos fieles; pero España ya no controlaba ni a sus propios administradores.

Mientras tanto, entre los pobladores de la Vaquería, había algunos hacendados por título real, pero que a diferencia de la mayoría de su clase, no vivían dentro de las murallas de Montevideo. También ellos participaban de la extracción “ilegal”. Eran “afincados”; de origen inmigrante, que compartían la austeridad de sus peones. En sus establecimientos de puertas abiertas a las comunidades y de muros de piedra contra los saqueadores, surgen procedimientos productivos artesanales que por su tecnología eran similares a los del burgo medieval europeo. En estas “estancias cimarronas” sus propietarios, en relación fraterna con los pueblos, desarrollaron fragua y herrería, talabartería, telar, taller de carpintería, huerto con frutales y herboristería indígena.

Además de estas artesanías el contrabando de ultramar, las carretas de mercachifles y los peregrinos andinos proveían también de mercancías a ese mundo multicultural donde la unidad de valor y de acumulación era el cuero, la noma era el trueque, el principio la reciprocidad, y las escasas monedas que circulaban se jugaban a los naipes con indiferencia.

Tenemos entonces ciertas características originales no tanto en el nivel de las fuerzas productivas sino porque:

  1. su producción extractiva se realiza en trueque directo con el mercado capitalista manufacturero más desarrollado,

  2. las relaciones de producción predominantes son de un colectivismo difuso, con desconocimiento en los hechos de la propiedad de la tierra, con una producción artesanal de autoconsumo del tipo de los burgos medievales, con el cuero como equivalente universal, y con la creación de una Edad de Cuero de gran originalidad; y

  3. en la superestructura institucional se percibe la inexistencia del Estado y una religiosidad sincrética que no sataniza ningún culto popular y toma elementos de todos. Añádase una solidaridad militante con todos los oprimidos que llegan a la Vaquería, y una indiferencia unánime hacia los temas del “poder” y de las leyes coloniales, que sólo eran opresoras para los terratenientes de residencia urbana, pues eran los únicos que las cumplían


GONZALO ABELLA - R.O.del Uruguay



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