“...Del hecho de que un país haya constituido parte de un Estado, aunque se hubiera agregado libremente a él, no se desprende de ningún modo la obligación de quedar asociado siempre a ese Estado. Ninguna obligación perpetua podría ser aceptada por la justicia humana, la única que puede constituir autoridad entre nosotros, y no reconoceremos nunca otros derechos y otros deberes que los que se fundan en la libertad. El derecho de la libre reunión y de la secesión igualmente libre es el primero, el más importante de los derechos políticos; sin él la confederación no sería más que una centralización enmascarada...”
MIJAIL BAKUNIN
El Federalismo (1868)
“La soberanía particular de los pueblos será precisamente declarada y ostentada, como objeto único de nuestra revolución; la unidad federal de todos los pueblos e independencia no sólo de España sino de todo poder extranjero”
JOSÉ ARTIGAS, 1815
-¿Qué entendemos por federalismo?:
En 1820, Ramírez abandona a su jefe Artigas y pacta con BsAs el Tratado del Pilar, rompiendo la Liga Federal sudamericana revolucionaria. A partir de allí, se iniciará un camino sinuoso de derrotas para ambos y para todos los pueblos litoraleños, que hasta el día de hoy pagan caro y con dolor esos errores políticos históricos.
Cientos de páginas se han escrito sobre el lamentable enfrentamiento entre Artigas y Ramírez, y no está mal hoy dar una vuelta de tuerca sobre este asunto, en un contexto de rediscusión federalista, aunque en un marco político e ideológico estrecho.
En 1820, la Liga Federal se enfrentaba a los enemigos imperialistas -derrotados los españoles, se había producido la invasión portuguesa desde el Brasil a la Provincia Oriental y toda la mesopotamia corría peligro- y a los enemigos centralistas porteños, que eran la otra cara de la misma moneda neocolonialista, y que no sólo tenían acuerdos permanentes con los poderosos de afuera, sino que muchas veces atacaban al federalismo artiguista y a los pueblos con más saña y ferocidad que los propios invasores extranjeros. Era el artiguismo quién, desde 1813, proponía independencia en serio, autonomías con mayúsculas, república y federación -y democracia multicultural con justicia social- para lograr la libertad verdadera y la felicidad de los pueblos del sur. Era el Congreso de Oriente artiguista el que el 29 de Junio de 1815 ya había declarado la independencia y presionaba a las Provincias Unidas para que se definieran a favor de los valores de la libertad y la justicia, sin vueltas. Y fue en ese histórico congreso federal y americano, dónde se consagró nuestra bandera tricolor como el Pabellón de la Libertad.
No lo quedó otra al Congreso de Tucumán de 1816 que declarar la independencia, aunque los diputados -con predominio de BsAs- no se privaron de proyectar gobiernos monárquicos y centralistas, como así tampoco perdieron tiempo y enviaron una misión secreta a lo que hoy es el Brasil, para acordar con el imperio portugués la invasión de éste a la Banda Oriental y el ataque conjunto, por todos los medios, a las fuerzas revolucionarias artiguistas.
Entre 1816 y 1820, la diagonal roja de los pueblos confederados sangró más que nunca en la lucha simultánea contra el imperialismo y el centralismo, y al final entre un enfrentamiento fratricida también. En esa época, Ramírez se consagró en las luchas como un brillante combatiente de la causa federal revolucionaria, y Artigas le tenía una alta estima, confianza y consideración, como se puede apreciar en la correspondencia entre ambos.
Y estaba claro para todos que la causa que defendían era la de los pueblos libres y culturas libres confederados. No es ocioso recordar que la organización revolucionaria se denominaba Liga de los Pueblos Libres. Y es muy importante detenerse en ese concepto: el federalismo libertario artiguista se construye desde abajo y horizontalmente desde la extraordinaria noción histórica de Pueblos Libres. Es decir, que cuando se hablaba de “autonomía de las Provincias” se hablaba en un sentido absolutamente distinto al que le damos hoy a esa expresión ahora instituída. Entre 1813 y 1820, Provincia se escribía con mayúsculas y era la idea de que cada territorio era un pequeño país, autogobernado, autodeterminado y solidario con los demás pueblos, en un proyecto confederal que extendía su mirada no sólo al gran territorio de las Provincias Unidas de Sudamérica sino a toda Nuestra América multi e intercultural. Y por ésto, Artigas no era presidente ni jefe supremo, sino Protector de los Pueblos Libres.
Debemos subrayar entonces que la matríz federal artiguista revolucionaria es absolutamente distinta a la matriz constitucional alberdina y al pacto hegemónico urquicista y mitrista (1853-1861), dónde los pueblos pasan a ser, paso a paso, provincias con minúsculas cada vez más dependientes del poder central.
Pero en 1820 Ramírez abandonó ese proyecto. Artigas ya había sido traicionado por su ex lugarteniente Fructuoso Rivera –que se había pasado al bando portugués- y había sido derrotado en Tacuarembó. La esperanza que le quedaba a la Liga Federal era el triunfo de Ramírez contra los porteños en Cepeda, y éste triunfo federal llegó. Ramírez tenía que salvar y repotenciar el proyecto federalista sudamericano, obligando a los porteños a respetar el proyecto político, a discutir su integración al mismo y a colaborar de una vez para derrotar y expulsar al enemigo portugués.
Un futuro promisorio esperaba a las Provincias Unidas del Sur y al federalismo popular si se cumplían estas directivas de Artigas, pero Ramírez acordó otra cosa con los porteños en el Tratado del Pilar -pacto que hasta hoy algunos irresponsablemente festejan como parte de su entreguismo- y abandonó el proyecto artiguista.
Mucho se ha escrito sobre los “asesores” de Ramírez y sobra sus propias intenciones políticas, pero más allá de eso, varios no se cansan de decir que había que “buscar un poco de paz y recomponer las fuerzas, y que ya no daban las condiciones para seguir la guerra antiimperialista y anticentralista”. Estos mismos que no lo exigen a Ramírez haber dado continuidad a la coherencia, no dicen nada cuando Artigas no ahorró en sacrificios, ayudando con hombres, armas y vidas a independendizar a Entre Ríos del centralismo en el combate del Espinillo de 1814. Tampoco dicen nada del éxodo oriental anterior y de la hermandad confederal que se potenció en el Ayuí, en Concordia, y que era la unión de los pueblos oriental y entrerriano en lucha contra el dominio español -todavía amenazante en la región en ese tiempo- y contra la traición de BsAs que le había entregado la Banda Oriental y Entre Ríos a los godos atrincherados en Montevideo.
Y que nadie se olvide que el enviado porteño al Ayuí para dividir a las milicias populares artiguistas había sido Sarratea, el enemigo número uno de la independencia verdadera de los pueblos y del federalismo. Con el mismo Sarratea, Ramírez firmó en 1820 el Tratado del Pilar, que el mitrismo genocida festeja como base de la argentinidad estatal.
Artigas no dudó en enfrentarse a la traición con el objetivo permanente de salvar y reconstruir el proyecto federal americano revolucionario. En la Batalla de Las Guachas, en Tala, la mayoría de los entrerrianos y litoraleños estuvo del lado del Protector y Ramírez fue derrotado. Pero en el combate siguiente y que sería el definitivo, en Las Tunas -cerca de Paraná- Ramírez recibió ayuda porteña y portuguesa y derrotó así al movimiento artiguista. Persiguió con saña a su anterior jefe y a los pueblos y culturas artiguistas, y Artigas tuvo que exiliarse al Paraguay, donde murió pobre y Karai Guasú en 1850.
La supuesta transición a un federalismo pactada por Ramírez con BsAs no se dió nunca, y el propio Ramírez volvió sobre sus pasos -ya sin Artigas, y con una Banda Oriental en manos de los portugueses- e instituyó la República de Entre Ríos, de corta duración, porque sus ex aliados de BsAs y de Santa Fe le mostraron sus grandes dientes, y lo terminaron derrotando y asesinando en 1821. Y no sólo eso, sino que su ex compañero Estanislao López ordenó que le cortaran la cabeza y la expusieran públicamente.
Ahí está el resultado político de abandonar y quebrar la Liga Federal artiguista. ¿Y si Ramírez hubiera seguido siendo el gran combatiente federalista del Saucesito (1818)? ¿Y si Ramírez hubiera afirmado en 1820 el proyecto federal artiguista sudamericano?.
En el corto tramo temporal en el que fué Jefe Supremo, y en el que tal vez, en algún momento, tomó conciencia de lo que venía haciendo, Ramírez promovió una república entrerriana a la que integró forzadamente a correntinos y misioneros. La República de Entre Ríos fué la forma política posterior al Pueblo Libre Entrerriano confederado, y su afirmación autónoma es tan contradictoria como innegable. Pero ni Artigas ni Ramírez pudieron darle forma global a sus proyectos republicanos y federalistas y sus históricos esbozos no pueden ser traducidos historiográficamente como antecedentes del pacto feudo-federal-unitario alberdino, urquicista y mitrista.
La República de Entre Ríos sin estrategia y sin política revolucionaria se quedó sin cabeza y sin futuro. La república entrerriana artiguista quedó latiendo como hipótesis del devenir.
19 de Junio: Día de la Bandera de Entre Ríos, la Bandera Federal de Artigas
Desde este 19 de Junio de 2010, y ante el trabajo y la lucha de la Vocal de los Trabajadores en el CGE, de la nueva conducción de AGMER, del Foro Artiguista Entrerriano, de la Junta Americana por los Pueblos Libres y de tantos estudiosos y militantes que han mantenido la memoria histórica, se empezará a conmemorar en todas las escuelas entrerrianas el Día de la Bandera de Entre Ríos, la Bandera Federal de Artigas (que nació un 19 de Junio de 1764), y que fué la Bandera de Ramírez también. Es un momento propicio no sólo para repasar nuestra historia y nuestra genealogía política y cultural a fondo, sino también para pensar las luchas soberanistas y federalistas a nivel global, y los desafíos de los trabajadores y el pueblo entrerriano.
19 y 20 Junio pasan ahora a ser los días de nuestras banderas y hay que llenar de contenido histórico, político, pedagógico y cultural esas conmemoraciones. Hay que disputar en serio el sentido de la historia y del futuro, afirmándonos en nuestra memoria.
Está en nosotros hacer pedagogía de la autonomía teórica y abstracta o afirmar una pedagogía de la esperanza con la memoria de nuestra tierra y de nuestra cultura. Está en nosotros hacer entrerrianismo simpático y turístico o federalismo simbólico y romántico, o pelear desde abajo por un futuro político, económico y social distinto.
Está en nosotros hacer de la soberanía pedagógica parte de la lucha por la soberanía política y la emancipación social, en el contexto de las historias de nuestra tierra y de las condiciones actuales, que hay que superar.
Está en nosotros salir del estrecho corcet ideológico en el que nos quieren meter los nacionales y populares burgueses y hoteleros y sus supuestos mediáticos adversarios sojeros.
En todo el mundo, los trabajadores y los pueblos luchan a su manera contra la concentración, el ajuste y la centralización política y económica, estatal y capitalista. Más 5.000 pueblos, naciones y culturas luchan a nivel global contra 200 estados unitarios. Tal los ejemplos de Escocia, Irlanda del Norte, el País Vasco, Catalunya, Galicia, los Kurdos y Palestina, que no deja de sangrar y de sufrir. Y el debate sobre autonomía, independencia, plurinacionalidad, federalismo, democracia directa y emancipación social y cultural renacen en Nuestra América -donde los pueblos originarios, como los mapuches y los quechuas replantean el concepto de confederación, donde los zapatistas hacen historia reafirmando la autonomía política y social, y dónde el pueblo boliviano se co-instituye como plurinacional y comunitario-, renacen también en Europa y en todos lados.
Tenemos que seguir estudiando, luchando y explorando distintas experiencias y caminos de lucha, para tensar el unitarismo estatal argento y reabrir un camino de libertad, justicia y confederación real argentina y sudamericana. Miremos la Confederación Suiza, con ejecutivo y debate confederal, con prácticas permanentes de democracia directa, y con libertad a sus cantones, provincias autónomas y estados, para relacionarse entre sí y para relacionarse con los pueblos de la denominada Unión Europea.
Cambiemos la mirada y pensemos distinto para luchar mejor. Los trabajadores vascos y sus organizaciones sindicales soberanas -por ejemplo- avanzan con planes de lucha contra el ajuste neoliberal, a pesar de las dudas y transas de la burocracia sindical española y centralista.
La independencia de clase en la lucha, la soberanía política y el federalismo libertario son un una plataforma fundamental para luchar contra la concentración capitalista, y para que no sea normal que un gobierno entregue “Fondos del Bicentenario” en medio de las necesidades y el hambre de los gurises y del pueblo.
Mauricio Castaldo
María Grande-2/6/2010